El sueño es un componente esencial en la capacidad de lograr el máximo rendimiento debido a su papel integral en los procesos de restauración y recuperación. El sueño se considera un proceso regulador activo y facilita el funcionamiento adecuado del cerebro y el rendimiento cognitivo.
El sueño y los ciclos del sueño
El sueño es un componente esencial en la capacidad de alcanzar el máximo rendimiento debido a su papel integral en los procesos de restauración y recuperación (Fullagar et al., 2015a; Fullagar et al., 2015b; LaGoy et al., 2020; Halson, 2013). El sueño se considera un proceso regulador activo (Hobson, 2005) y facilita el funcionamiento adecuado del cerebro y el rendimiento cognitivo, al mismo tiempo que regula funciones fisiológicas, incluido el metabolismo de sustratos y energía (VanHelder, Symons y Radomski, 1993; Chua et al., 2015; Penev, 2007), función cardiovascular (Trinder et al., 2012; Vaara et al., 2009), apetito (Spiegel et al., 2004), función endocrina (Scheer et al., 2009; Spiegel, Leproult and Van Cauter, 1999) y función inmunológica (Santos, Tufik y De Mello, 2007). Esto es corroborado por Frank y Benington (2006), quienes plantearon la hipótesis de varias teorías facilitadoras del sueño, incluida la regeneración de la función inmunológica y endocrina, el sistema nervioso y el costo metabólico de la vida, y ayudas en el desarrollo cognitivo y la plasticidad sináptica.
El sueño se organiza en múltiples series de 90 minutos de una fase de sueño de movimiento ocular rápido (REM) y cuatro fases de sueño no REM que se definen por el movimiento ocular, la actividad cerebral y la presión arterial (Figura 1) (Carskadon y Dement, 2005; Le Meur, Duffield y Skein, 2012). El sueño no REM funciona para apoyar la regeneración del sistema nervioso, conservar energía, liberar hormonas anabólicas que aumentan la síntesis de proteínas para facilitar la recuperación muscular (Venter, 2012; Kraemer et al., 2020) y movilizar ácidos grasos libres para la producción de ATP ( Sassin et al., 1969). El sueño REM facilita la regeneración neurológica, el aprendizaje, la memoria y la regulación emocional (Siegel, 2005; Carskadon y Dement, 2005; Stickgold, 2005).
Figura 1: Etapas del sueño adaptadas de Le Meur, Duffield y Skein (2012).
La privación del sueño
A pesar de la importancia del sueño para el rendimiento, se observan malos hábitos de sueño (Figura 2) en los atletas (Van Dongen et al., 2003). Estos malos hábitos se han atribuido a picos agudos en la carga de entrenamiento (Watson et al., 2017; Pitchford et al., 2017), viajes entre zonas horarias (Waterhouse, Reilly y Edwards, 2004), el momento del entrenamiento (Sargent et al. al., 2014) y los tiempos de competición vespertinos (Sargent and Roach, 2016). Además, la carga psicofisiológica de la competición puede afectar negativamente al sueño (Gupta, Morgan y Gilchrist, 2017; Erlacher et al., 2011; Juliff, Halson y Peiffer, 2015). Para los atletas internacionales, los viajes entre zonas horarias pueden alterar los ritmos circadianos, lo que provoca un desfase horario y trastornos del sueño (Waterhouse, Reilly y Edwards, 2004). Un problema importante del sueño que puede confundir el rendimiento es la privación del sueño (SD). La SD se puede definir como períodos prolongados (≥24 horas) de vigilia (Fullagar et al., 2015b; Boonstra et al., 2007).
Figura 2: La influencia del deporte en los malos hábitos de sueño adaptado de Chandrasekaran, Fernandes y Davis (2020).
Efectos fisiológicos propuestos de la privación del sueño
El rendimiento después de SD ha mostrado diversos resultados dentro de la literatura (Hill et al., 1994; Fullagar et al., 2015b). Se ha demostrado que SD afecta negativamente el tiempo hasta el agotamiento (TTE) (Martin, 1981; Martin y Chen, 1984; Azboy y Kaygisiz, 2009), la distancia media de carrera a su propio ritmo (Oliver et al., 2009), la fuerza y la potencia. características …
[Truncado a 8000 caracteres] [Traducido Automáticamente]
0 comentarios